agosto 17, 2010

Las letritas del horror


(Por los tiempos en los que Récord no me pagaba... salud!)

La explicación de todo está aqui:
Todo comienza con una simple pregunta:
Has visto a changos ciegos chateando?…
Sabes porque no??
Porque todos están ocupados capturando la información en las oficinas
del Servicio de Administración Tributaria (mejor conocidas como SAT,
por el significado real de su nombre: Cerdos Insensibles Burócratas de
Mierda…me vale madre si no coinciden las siglas!).
Durante este mes, mi existencia (ya de por sí miserable) se ha
limitado a las visitas conyugales a la dichosa secretaría de gobierno.
Y digo conyugales porque cada que voy me ensartan con algo…perdón por
la finura.
El trámite se antojaba sencillo: darse de alta en Hacienda. Qué
complicación puede tener ponerse de modo pa que se lo shinguen con los
impuestos?
La lógica parecía estar de mi parte, pero mi vida no es vida si no se
me complican las cosas al grado máximo.
Debí suponer que la experiencia de escalar con medio pulmón el cerro
del Tepozteco y que no me dejarán llegar a la cima (ya te contaré) era
una mala señal.
Todo en las oficinas del SAT está dispuesto pa que uno se confunda.
Desde los papelitos que te dan a la entrada que marcan el número 6745,
cuando en la pantalla aparece con rojo deslumbrante el 0045ª, hasta
las sillitas y el café que te invitan a ponerte cómodo…la amabilidad
en el gobierno siempre da mala espina.
Aparte…apaaaaaarte, tienen tele con sistema de cable en donde puedes
ver al Mel Gibson y no a los Almada o al Pepito contra los
Moztros…desde ahí uno sabe que las cosas no andan bien…onde quedó en
nacionalismo? Onde?
Total que después de exhaustivo análisis del proceso numérico, por fin
aparece el 6745 y la ventanilla asignada.
Llegué y estaba un morro del servicio social. Nomás le faltaba un
letrerito que dijera: Disculpe, apenas estoy aprendiendo a ser
burócrata y descortés.
Pos que mi trámite no era darme de alta, porque no sólo tenía un RFC,
tenía dos…aaaandele. Así que "altas" son las que me sobran.
Entonces vino la sencilla explicacion del trámite que me corresponde:
"Primero tiene que hacer algunos cambios de domicilio fiscal. Uno de
Culiacán (primer RFC) a Nuevo Laredo (segundo). Entonces va a tener
dos de Nuevo Laredo. Pero como so no se puede, ya que tenga esos dos,
entonces hace cambio de domicilio fiscal de Nuevo Laredo a México…y
luego otra vez del OTRO Nuevo Laredo a México. Eso se hace con la
forma R1 que necesita en original y copia y con el Anexo 4, también
con copia, un comprobante de domicilio, vigente, con la dirección
nueva, su identificación con foto, la forma R2 que es para la baja de
un RFC incorrecto, con el Anexo 2, para registrar el nuevo domicilio,
el acta de nacimiento, una flor anaranjada que no sea silvestre, la
saliva de un oso polar, un diente de león, y luego todo eso lo
multiplica por el cuadrado de los catetos y la mitad de la hipotenusa
y le da el 3.1416, que me lo entrega en original y copia, no?"...
Y cuando vio mi cara de "explícame como si tuviera seis años y retraso
mental severo", sólo hizo una pequeña mueca y grito como en mercado:
EL QUE SIGUE!…(UN KILO DE PAPAS!!!)
Luego me explicaron que ese proceso tarda de 20 a 25 días hábiles en
procesarse. Y ya después viene la parte sencilla, que es la siguiente:
Una vez que estén capturadas las dos direcciones en una sola y la baja
del RFC incorrecto (que tarda otros 15 días apaaaarte), hay que hacer
una Ampliación de Obligaciones Fiscales. Que es el mismo formato R2,
pero con el Anexo…sepa su madre.
Una vez procesado eso (ya sabes, los changuitos en shinga con todo y
rata) entonces me darán la Cédula Fiscal, que por lo regular tarda
OTROS 15 días, pero hay una opción que es en 48 horas la entrega.
Tengo que llevar una copia del estado de cuenta del banco con la
dirección nueva, el comprobante de domicilio y la identificación.
Fácil.
Una vez terminado ese proceso, todo será dicha y felicidad…tendré que
mandar hacer los recibos fiscales, investigar qué cosas son deducibles
de impuesto, pedir facturas, hacer la declaración bimestral, contratar
un contador y vivir pendiente de los cambios de obligaciones y
requisitos que Hacienda ponga…muero del gusto.

Mando besos con el IVA desglosado

agosto 03, 2010

La ciudad de la indiferencia


(Octubre, 2005. Otro del recuerdo...)

Hay un hombre en la esquina de Universidad y Eje 10. No tiene piernas, pero a nadie le importa. Se llama Julián, pero eso tampoco importa. La gente pasa a su lado y sólo se cuida de no tropezar con él.
Está encima de una tabla a la que le adaptó unas gastadas llantitas de patineta. Debieron ser amarillas, pero entre la tierra y el smog, su color ahora es indescriptible. Esa es la única manera que tiene Julián para poderse mover.
"¿Una silla de ruedas?, no, pos' ni que fuera rico. Aquí uno tiene que improvisar, ser creativo, buscarle el modo a la vida para que la vida no se lo joda a uno”, explica el hombre con su voz aguardentosa, consecuencia de años de buen trago.
Julián tiene las manos negras de tanto limpiar el suelo de esta ciudad en donde la indiferencia es el único pan de cada día.
"Aquí nadie te mira, no esperes que la gente se detenga a darte ni una sonrisa…menos una moneda", advierte Julián, mientras le quita los "pochotes" a su desgastada gabardina a cuadros rojos y azules. De esas que son como cobijas de albañil.
Y es que, cuando tenía piernas, Julián también tenía trabajo. Era "maistro". Y le gustaba machin. No era de esos albañiles que terminan haciendo mezclas por pura necesidad. No. Julián tuvo otras opciones de trabajo, pero esa fue la que le gusto.
"Tenía un chingo de jale… salía re bien para vivir decentemente. Hasta mis alipucitos me alcanzaba a comprar", recuerda y un garabato de sonrisa aparece en su rostro rojizo por el frío.
Pero de esos tiempos ya hace mucho. Julián tiene ya 16 años que no puede caminar… sí, fue el alcohol. Tan bueno y tan malo.
Un pesero distrae la atención del hombre que borra el garabato de su rostro y espera quieto con la mirada puesta en las puertas verdes de la sardinera ruta 46.  Hasta parece que deja de respirar. Pero sólo se está preparando. Cuando la gente comienza a bajar, Julián estira su mano negra de tierra y escupe una inentendible petición. Aquí no importa lo que se diga, lo importante es que la gente sepa que se está pidiendo algo y sienta la pena suficiente para conmoverse.
Pero pocos son los tocados. Le caen nomás 15 pesos en monedas de dos y de 5. Tampoco está mal, dice y vuelve a la plática.
Estábamos en el asunto ese del alcohol. De la mala suerte.
Se acuerda perfecto. Como si la memoria se empeñara en mentarle la madre todos los días con ese recuerdo. Era martes, dice, y le cambia la voz.
"Martes… ni te cases, ni te embarques… ni te pongas borracho". Julián aún tiene ánimos para hacer la broma. No le queda de otra.
Estaba echándole tirol al techo de una casa en la Magadalena Contreras. Tiene la dirección "en la punta de la lengua". Pero no se puede acordar. Da igual.
Fue un mal paso. Como los de las señoritas de rancho. Eso fue lo que le pasó. No tanto por la borrachera. Tampoco estaba perdido… por lo menos eso cree. O quiere creer.
"Imagínate que la agarre contra el alcohol… eso sí serían chingaderas, no?", cuestiona mientras estira rápido su mano renegrida a una mujer con zapatos negros, de esos que tienen una punta picuda como tres número más grande que el pie. No recibe ni una mirada.
"¿Ves?… aquí a la gente le vale madres la gente", asegura convencido y voltea a verle las nalgas a la indiferente mujer. Hace un gesto de aprobación. Pero nada del otro mundo.
Julián no vive en ningún lado. Duerme donde le da sueño y come cuando puede. A veces, dice, va con doña Jose. Una mujer de edad y peso avanzados. Tiene una fonda cerca de la escuela de Odontología. Es comprensiva y siempre tiene un taco para él.
"Pero uno no puede ser encajoso… ¿si me entiendes? Si voy diario la voy a hartar y un día me va a mandar la chingada…por eso nomás voy cuando de plano ya la tripa se pone necia", asegura el hombre y se rasca la cabeza que ostenta una mata seca y grisácea.
Julián se queda callado un momento y mira sin mirar los miles de carros que cruzan a toda marcha por el Eje 10.
En ese momento, una muchacha con un aguado pantalón café le estira la mano y le pone 5 pesos. Julián la mira complacido y le responde con la educación de un caballero: "Gracias, reinita… que Dios te de más"… y luego voltea con mirada pícara y comenta: "ya salió pa' la mona".
Se guarda la moneda y se pone en marcha. Empujándose fuerte con las manos renegridas de tanto limpiar el suelo de esta ciudad en donde la gente le vale madres la gente.