junio 27, 2010

‘Tropecé de nuevo y con la misma piedra’


Era 2006 y era en Alemania. Era México y también era Argentina. Soñábamos.
Soñamos desde los primeros 5 minutos de ese encuentro de cuartos de final. Rafa Márquez anotó y volamos con la mente al anhelado quinto juego.
Cinco minutos después nos regresaron de un jalón a tragar pasto. Hernán Crespo encendió a los 10 mil argentinos que hasta allí hacían un enorme esfuerzo para que sus voces no quedaran sepultadas en la marea tricolor de sombreros y matracas.
Pero todavía México dominaba, jugaba bien, mostraba nivel. Entonces llegó Maximiliano, Maxi Rodríguez para ellos, y cual emperador, conectó un gol digno de la más alta aristocracia del balón. ¡Qué ganas de fusilarlo!
Hasta ahí llegamos. Y todos hablamos durante meses de esa eliminación. De lo bien que jugaron y de lo mal que se siente perder así, de que si no hubiera sido por ese golazo, de que estuvimos tan cerca…
Y pasaron cuatro años, cuatro entrenadores, cuatro meses de concentración… y al cuarto partido: ¡tómala! La misma historia. Diferente, pero igual. Diferente porque no fue “el gol más hermoso del Mundial” el que nos estropeó el sueño, pero igual porque como quiera no habrá quinto partido.
Ahora hablaremos del robo del juez de línea. Y sí, robó. Robó y lo supo. Se lo restregó a lo alto y ancho la pantalla gigante del Soccer City. Y fue con su cara de dolor ante el árbitro a decirle: Se me hace que sí la cagué. Pero ya. No lo anularon y no lo iban a anular. Nomás que el Tri se quedó engranado, enojado, haciendo berrinche, sufriendo por su condición de víctima, lloriqueando como niñas. Se olvidaron del juego, del balón y del quinto partido…
Apareció Osorio (“más si Osorio un extraño enemigo”), y el tipo seguro seguía viendo la pantalla gigante cuando le regaló el segundo gol a Argentina. El tercero fue una cosa inevitable.
Luego llegó el “Chicharito” a salvar un poco el honor. Pero igual aquí estamos, de nuevo hablando de lo bien que comenzaron jugando y de lo mal que se siente perder así, de que si no hubiera sido por ese error del árbitro, de que estuvimos tan cerca…

junio 18, 2010

El sistema no funciona



Hoy fui al seguro para que me entregaran mi tarjetón de citas.

“¿Dónde va la fila?”, pregunté más dormida que despierta, a eso de las 7:10 de la madrugada.

Una amable mujer con cara de que le acababa de llegar la requisición para pago de impuestos estiró airosa su mano derecha y cual saeta apuntó, digamos, unos 12 metros de personas sentadas, ansiosas y somnolientas.

Respiré profundo y caminé como condenado a muerte. Como sin querer llegar, pero deseando que ya pasara el mal trago.

Me senté al lado de un tipo que traía un celular de esos que también tienen para escuchar música (díganme anticuada, pero para mi un celular es para hablar, un ipod es para escuchar música y una cannon es para tomar fotos) el caso es que el tipo decidió que a todos nos gusta la música guapachosa y tenía su aparetejo sonando alegremente una canción en la que un “cantante”, con voz de vendedor de plátanos, le pedía a una mujer algo muy raro que la verdad no pude (ni quise) entender.

Delante de mi, una señora o embarazada (o muy gorda) trataba, en vano, de mantener la cabeza derecha. Parecía de esos perritos que ponen algunos en los tableros de su carro y que se mueven con singular alegría al compás de los baches.

Me senté y esperé. Como quiera ya estoy esperando, dije como consuelo.

No habían pasado ni 15 minutos cuando una mujer nos despertó a todos con un sonoro: “A ver!, los que no vayan a hacer ningún trámite y nomás vengan de acompañantes les voy a pedir que se salgan. Los demás se me recorren para que la fila no se vea muy larga”… 

Para mi gusto, le faltó un contundente: ORALE! Si se puede acompañado de un chasquido de dedos para darle más fuerza. Ella no lo consideró necesario.

Como en pleno naufragio, mujeres, niños y ancianos primero, se fueron desamodorrando para quitarse de la fila, y que no se viera tan larga (aquí la filosofía aplicada por el personal del IMSS es que, no importa qué tan rápido o eficientemente atiendas a las personas, lo importante es que no se vean muchas).

Total, se fueron los acompañantes y nos recorrimos todos como 25 centímetros. Fue muy reconfortante pues, al menos a mi, me dio la idea de que en vez de 4 horas, estaría unas tres y media. Respiré profundo otra vez.

Como no es la primera vez que escucho los mitos y leyendas que suceden cuando uno va a hacer un trámite al seguro, me fui preparada con un librito de unas 340 páginas que me prestó un amigo y que, para no desentonar, se llama La Mala Racha…

Ahí esperé, leyendo tranquila y resignadamente.

Yo puedo presumir que tengo una capacidad de aislamiento sorprendente, sin embargo, por más que me concentré en la lectura, me fue imposible no escuchar al niño que pedía desayuno a gritos, a la señora que vociferaba improperios y a su desconsolada hija que contaba como hace cuatro años que a su mamá se le fueron las cabras al monte. Claro, la desconsolada hija lo decía con más tacto y muchos más detalles.

Mientras leía, de vez en vez alguien hacía un ruidito tipo carraspera para informarme que ya se había recorrido la fila, entonces yo me movía. Por lo menos dejé de preocuparme por estar al pendiente de eso.

Luego pasó un rato particularmente más largo cuando nadie carraspeó. Me salí del libro para averiguar, y resultó que las ventanillas, de la 1 a la 4, estaban vacías (aquí es bueno precisar que cuando llegué las ventanillas 1 y 2 ya estaban solas. Tienen cuatro porque así venía en los planos de construcción, pero realmente sólo se abren dos y, con suerte, una funciona).

El caso es que detrás de esos cristales numerados sólo había desolación. 

Pasaron como 15 minutos y decidí que era buen tiempo para, por lo menos, ir a preguntar qué carajos estaba pasando. 

Me acerqué a una ventanilla sin número donde una mujer de lentes bifocales perfectamente incrustados a media nariz tecleaba algo y veía de reojo, y sin levantar la cabeza, la pantalla gris y arcaica de su PC.

“¿Sabe si ya no van a dar tarjetones de citas?”, le pregunté, he de reconocerlo, muy cordialmente.

“ No sé. Yo no estoy aquí”, aseguró contundentemente.

Por un momento sentí frío. Porque si ella no está aquí y yo la estoy viendo, entonces se me hace que tengo que cambiar la cita del ginecólogo por la del siquiatra, porque juro que la veo.

Justo en ese momento, apareció (pudo aparecer en medio de una nube de humo, pues a estas alturas mi mente seguro me estaba jugando trucos) otra señora con olorosa taza de café en la mano. Se acercó y me dijo:

“Lo que pasa es que el sistema no funciona”.

Eso me queda claro, pensé. Si el sistema funcionara yo no tendría porqué pasarme dos horas delirando, haciendo fila con un montón de zombies somnolientos esperando por un mugroso tarjetón de citas.  

Con esa respuesta deduje (porque lista sí soy) que la mujer de los lentes incrustados era como del departamento de sistemas y estaba intentando reparar el sistema... por eso "no estoy aquí", si no en el departamento de sistemas... aaaaaah) me regresé a mi lugar y me entretuve leyendo cómo le daban una shinga a un negro estafador con muy mala suerte, pero gran corazón.

No sé cuanto tiempo pasó, pero cuando me tocó el turno, entregué papelería a otra mujer que seguro tampoco estaba ahí, pero que puedo asegurar me murmuró algo de un número de consultorio, me señaló una guía y, sin quitar la vista de la pantallita gris gritó: “El que sigue!”.

Me fui feliz. Casi a medio día, con un tarjetón en la mano y la hora programada para la consulta con el siquiatra.

junio 17, 2010

Así sí baila mi'ja con el señor


Que si el gol del “Chicharito” era fuera de lugar. Que si el penal que cobró Cuauhtémoc nunca existió. Que si Francia no anda en su mejor nivel… nada de eso, nada, me impide hoy poder decir que esa Selección sí me agrada matarile-rile-ron.
Además, si Francia no anda en su mejor momento, es asunto de los franceses y del astrólogo que traen como entrenador. Y si fueron goles ilegales o no, los bleus no están en condiciones de reclamar juego limpio. Llámenle justicia futbolera o llámenle a un irlandés para ver qué opina.
Y ya lo veo venir: “Claro, convenenciera, como hoy sí ganaron, pues ahora sí todo son elogios”…
Por supuesto! No voy a elogiar a quien pierde. Aunque lo haga con decoro. Es más, es lo menos que espero de alguien que pierde, que por lo menos pueda argumentar que peleó hasta el final, aunque eso no le quite la derrota de la frente. 
Y es que, pongámoslo así: Yo no estoy obligada a que me guste el equipo. No porque sea MI selección debo cegarme y festejarle cualquier cantidad de desaciertos. Entendámonos: NO-SON-DE-MI-FAMILIA a quienes uno quiere y perdona por defaul (por lo menos yo a los míos).
Con la Selección no. 
Sí, ese equipo es parte de nosotros. Es una extensión de nuestro país. Pero eso no quiere decir que a chaleco le tenga que perdonar todo, y mucho menos elogiarlos cuando pierden. Puedo seguir poniéndome la camisa verde y puedo, como lo hago, seguir deseando que gane, pero de eso a que me guste cuando pierde, pues hay un abismo.
Y no me gusta cuando pierde, precisamente porque sé que puede dar más. Si yo supiera que nuestro tope es sólo pasar la fase de grupos o sólo llegar al mentado quinto partido o estar siempre en los primeros 16 del mundo, pues aguantaba callada… pero no.
Por eso da coraje cuando van y hacen sus tonterías. Cuando uno los ve trotando en el campo como si estuvieran cortando flores. Cuando sacan un empate con una selección que NO-ES-RIVAL. Cuando no ganan a pesar de que sabemos que pueden hacerlo.
Cuando era chica mi mamá me decía: Si yo supiera que eres tonta ni te exigía, pero como sé que no, pues no quiero el 8, quiero el 10. Así es el truco. Así lo aprendí y así lo creo.
Hoy me gustó la Selección porque no se hizo menos (aunque eso no es novedad: Grande con los grandes, pequeño con los pequeños), pero sobre todo, porque CONCRETÓ y, simple, porque GANÓ. 
Porque tampoco me hubiera gustado si no se hace menos si muestra su nivel si se pone a tú por tú con un ex campeón del mundo... pero al final, “por circunstancias del juego”, sale sin el triunfo.  

junio 13, 2010

'Ya no quiero ser torero'



Ayer salió una nota en Reforma de un torero que, en plena faena, salió huyendo y se tiró tras del ruedo del que sólo salió para cortarse la coleta y decir que mejor ya no quería ser torero.

"La profesión que yo creí que era mía no lo es, respeto y admiro a todos los toreros, hay que tener muchos huevos para ponerse delante de un toro, y a mí hoy, me faltaron", dijo el hombre aun con las piernitas guangas de la impresión.

El juez de plaza Roberto Andrade ordenó que aprehendieran al torero (ahora, ex torero) Christian Hernández, pues estaba faltando al compromiso para el que había sido contratado. Como quiera el bato dijo, pos que me arresten pero yo al ruedo no vuelvo, no vuelvo y no vuelvo.

Y aquí entra uno en contradicciones. El tipo dice que no tiene huevos para torear. Pero, por otro lado, tiene los huevos suficientes para decir: La neta no puedo. Yo pensé que sí, pero pos no.
Eso, hay que reconocerlo, tiene mucho valor.

Imagínate un mundo de caramelo donde un político, el que quieras, cite a rueda de prensa y diga: “La profesión que yo creí que era mía no lo es, respeto y admiro a todos los políticos, hay que tener muchos huevos para ponerse delante de un país / estado / municipio / dependencia de gobierno  y a mí hoy, me faltaron".

Que chulada de pelao’. Yo en ese momento le ofrezco mi amistad. Ya no mi dinero ni mis ilusiones de cambio, pero sí lo llevo un día a comer a la casa (aunque a la hora de la salida le pase báscula, porque pues hay mañas que no se quitan, por muchos huevos que tenga uno).



 (Foto: Agencia Reforma)

junio 11, 2010

¿Cómo te voy a querer?

10 semanas de "concentración"
12 días de "aclimatación" en Sudáfrica
8 partidos de preparación.
10 jugadores con experiencia en equipos europeos
Y por supuesto, millones de dólares corriendo sobre el pasto.
Y al final ...
1-1

Empate. Empate triste, desabrido. Molesto empate de sólo un gol.

Tengo que reconocer que yo me había emocionado. Me puse la camisa negra. Mi marido se puso la verde nos despertamos temprano y los dos creímos en México. Creímos machin.

"Es Sudáfrica, aunque sea el anfitrión... es Sudáfrica, por dios!.
Número ochenta y tantos en el ranking de FIFA, sin un jugador 'estrella', un país que lo suyo, lo suyo, es el rugby... "

 Y empate.

México hizo lo que mejor sabe hacer: fallar.
Opciones tuvo, dominio tuvo, control tuvo y confianza tuvo... la cosa es que el jueguito se trata de meter el maldito balón en la portería!

Y todavía Javier Aguirre sale a decir que impusieron su estilo... claro! el estilo ese de llegar y llegar, fallar y fallar... no, pos qué bonito pinche estilo!

Pero lo peor, lo peor, es que al final del partido hubo quienes salieron a festejar.
Qué festejan??
La mediocridad de un equipo que te vende sandwich y te da... pena???

Pena es lo que da y pena es lo que dan quienes le solapan todo. Quienes asegura que "jugaron bien"...
Se ganó? no, verdad?
Entonces no se jugó bien carajo!.
El juego es para ganarlo... para divertirse que vayan al Six Flag, donde no les pague yo el boleto, donde no reciban millones (tuyos y míos, eh) por ir a "jugar bien". Que dejen de hacer sandwich y se pongan a hacer goles. Eso deben hacer.

No, señores, no jugaron bien... no jugaron bien porque se trata de ganar y no ganaron. No se vieron bien porque, entendámoslo, sólo los italianos se ven bien jugando aunque pierdan. Pero ese no es el punto.