julio 28, 2010

Después de la tempestad...


 A don Rogelio le duele la espalda de tanto estar sentado en ese viejo bote de plástico. Le duelen los pies de tanto remojarselos en agua y le duelen las manos por las malditas ‘riumas’. Pero lo que más le duele a don Rogelio es ver su casa convertida en madera remojada flotando en medio de la enorme laguna en la que se ha convertido todo su terreno.

Cuando avisaron del huracán ‘Alex’, el hombre, quien tiene más de 20 años viviendo en las márgenes del Río Bravo, pensó que iba a ser como con los otros. No fue así.

“Siempre dicen que la creciente, que va a crecer, que hay que salirse, que el río es muy peligroso y todo… pero nunca nos había pasado nada”, reconoce don Rogelio, con la mirada clavada en una de sus gallinas que flota junto a los restos de una jaula.

Desde donde está sentado, sólo se alcanza a ver una parte del techo de lámina de su casa. La copa de unos árboles y montones de plumas de gallinas revueltas con botellas de plástico, bolsas transparentes y pedazos de lo que alguna vez fue una cerca pintada de azul.

Un mechón de cabello amarillento le sale por un lado de su gorra desgastada. Desgastada como sus quejas con el Municipio, de donde no ha podido sacar ni una sola de las 43 mil despensas que el Gobierno de Tamaulipas prometió para los damnificados.

Dice que tenía como unas 20 gallinas y dos marranos. De las 20 que tenía, unas se le murieron la primera noche que tuvo que dejar su casa porque comenzó a meterse el agua… las otras, sabrá Dios. 

"Lo mismo que a los marranos, se las han de haber llevado algunos de los ‘coyotes’ que anduvieron saqueando las pobres casas los primeros días después del huracán", dice, más con la resignación que deja la molestia.

Y es que cuando pasó la tempestad de ‘Alex’ llegó de todo, menos la calma.

Llegaron los ‘coyotes’, llegaron los soldados, llegaron los moscos, llegaron los malos olores, llegaron las ‘riumas’, y llegaron esas jodidas ganas de llorar que no lo dejan ni un rato… pero don Rogelio no llora, se aguanta… y no por macho, si no por miedo a tirar más agua. No vaya a ser.



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